domingo, 7 de septiembre de 2008

Entre lo público y lo privado

Me gustaría ser invisible, nunca he podido, soy tan grotescamente visible. Me gustaría no hablar, ni escuchar, pero resulto ser estúpidamente habladora, de voz fuerte y clara.
Puedo no hablar, no moverme, no mirar y aún así llamo la atención. Esto sonaría arrogante, sino fuera porque esa atención me incomoda, no soy un personaje amable, sino uno polémico.
Así que cuando creo y tengo la certeza de que nadie me va a escuchar, no solo lo hace, sino que para mi sorpresa, me siguen.
Voy de lo público al tormento privado, en donde no me perdono la torpeza de haberme hecho notar.
Pensaba en cualquier personaje público y notorio. Tengo la terrible percepción y tal vez un miedo vinculado a mi exclusiva paranoia que cuando durante un tiempo se está muy expuesto al público quedas desgastado y antes de que te odien, es mejor recluirte en un buen rincón. Cuando el tiempo ha pasado y necesitas volver a aparecer por cualquier motivo me parece que si continúas haciendo lo mismo, seguramente no te odiarán pero sentirán por tí una terrible lástima a menos que te renueves y traigas entre manos algo totalmente nuevo.

Si, es muy posible que suene a tener arañas en la cabeza y una enorme telaraña inundando mi parte central. Pero ahora voy entendiendo más el círculo virtuoso, aunque pudiera ser vicioso.
Tengo ganas de reinventarme y tal vez necesite separarme más de lo que soy.
Las fotos son tomadas por mí, la de arriba es un acto público en el que participé. La foto de la derecha es un momento que en la intimidad capté. La primera, yo no me dice nada, la segunda es el momento en el que quiero estar. Es de mañana, hay un nuevo día bajo mis ojos, pronto la bruma se abrirá y podré mirar la ciudad bajo mis pies, en un día soleado y cálido.