martes, 28 de octubre de 2008

Se avecina un frío invierno


El viento estival entró justo por la ventana removiendo todos los papeles, por primera vez, el sudor no me caía por la frente y sin sentir frío había fresco. Pensé en el verano que se fue y en lo que traería el invierno.
El otoño siempre me ha gustado, aunque debo de confesar que comencé a percibir los efectos de las estaciones cuando alcanzaba ya los 31 años de edad. Eso suele pasar cuando vives en una ciudad y el pavimento es inmune a los cambios, la prisa te pisa los talones, te enjaulas temprano por miedo a la oscuridad y solo vez pasar las estaciones en las películas. Cuando cumplí los 31 años, dejé la ciudad y su gente y me encontré con la naturaleza, entonces mis estados de ánimo cambiaban junto con la estaciones.
Este año particularmente las lluvias llegaron con retraso, el otoño no parece otoño, el campo está verde y no hay tanta milpa como otros años, pero el cierzo se presentó como cada año y supe que era el tiempo de "pibes". Tiempo de esperar a los muertos para recordar la vida y tal vez por contraste homonejearla.
Las tiendas insisten en poner a la venta los enseres de Halloween. Sin querer me sorprende una sonrisa. Este año se festejará la muerte del imperio y pasará a la historia como el año de la peor crisis económica de que se tenga memoria, ¿quien comprará los sobrantes de este año que no se consumirán?
Las brujas se alejan, pero dejan un exquisito olor al maiz recien cortado, a molino, a leña ... a pibes.
Siempre he pensado que lo esencial nunca se pierde.

He de decir que la ciudad me hacía cosmopolita y no entendía los localismos, hoy frente a la crisis, creo que es lo único que queda intacto.