lunes, 15 de junio de 2009

De regreso

Después de tomar un fabuloso Vivaaerobus, nada recomendable por cierto. El boleto lo promocionan como si fuera de a peso. Te hacen el largo cuento de que lo que pagas, que desde luego es más económico que otras líneas, son puros impuestos, te hacen llegar dos horas antes. Si quieres llevar maleta grande pagas, si quieres entrar antes o tener un asiento numerado pagas, si quieres alguna bebida o algo de comer, pagas. Desde luego es una línea regiomontana, que para quienes no lo sepan tienen fama de "tacaños", hacen bien, te cobran solo lo que consumes y no menos pero mucho menos más de lo que uno espera. En fin pasé cuatro horas en el aeropuerto y las dos horas que lleva el vuelo para después tomar un camión que tardó ¡seis horas! en un tramo que haces en cuatro, ¡Bah! nos paramos hasta para saludar a la abuelita del conductor. Salí a las seis de la tarde de casa para llegar a destino a las seis y media de la mañana ¡Ufs!... pero llegué. Cansada, jodida, pero contenta (lo de contenta es solo para quien entiende el chiste de jodida... pero contenta, como todas) Yo imaginaba llegar de mejor humor y solo me dio para dormir. Desperté al medio día con un hambre atroz y yo hubiera querido despertar con un hombre atrás, simples vocales diversas. De regreso fue el mismo drama pero más cansado.

La Boda, a lo que fui, supongo que fue divertida para los novios y los amigos y me imagino que si hubiera tenido años menos hasta hubiera bailado, pero la verdad es que esa tierra tiene un clima seco que mata y había una ventolera espantosa llena de polvo. Lo amargueta me duró todo el viaje.

Creo que me faltó mi madre para darle sabor al viaje, chismear sobre las novedades, pelearme con ella, criticar los gustos, en fin, saber que verdaderamente estaba entre familia. Miré desde lejos a mi hermano, tan huérfano como yo desde hace 81 días, irónicamente los mismos años que vivió mi madre.