sábado, 9 de enero de 2010

Recuerdos de la cocina

Se comienza a trocear el piloncillo y el oído se alerta, se pone un poco de agua con rajas de canela a hervir y se ponen los pedazos de piloncillo a hervir con el agua, el dulce olor inunda la cocina y comienza el fandango.   Se saca el harina y se cierne con una cucharadita de bicarbonato mientras en una olla ya se ha puesto a derretir con un poco de calor la manteca vegetal .  Se sacan dos yemas del cascarón.   Se hace un volcán con la harina  y luego un hueco en medio  como si fuera el cráter de un volcán y justo en ese hueco se pone  la yema del huevo la manteca  y el piloncillo que se ha convertido en miel.  Se prepara el tacto y  se prende el horno, las manos se deslizan para comenzar a amasar hasta que está bien amalgamada la mezcla y se tenga una masa maleable que se acomodan en moldes de cualquier forma.  Entonces se mete en el horno ya caliente y solo se tiene que esperar que el olor nos diga que nuestro chichimbre ya está.  Esto es lo que recuerdo que hacía la abuela.    Hoy lo hice, pero tuve varios inconvenientes, como por ejemplo, poner demasiada agua al piloncillo.
Ahora saben que el chichimbre en México, en la zona de la Huasteca, es un pan dulce, que probablemente su nombre venga de la deformación de la palabra Ginger Bread, de los americanos.
Cuando yo era joven vi a mi abuela hacerlo mil veces, entonces pensaba que ella duraría eternamente.   No fue así y nunca tuve la precaución de hacerlo con ella, así que ahora me toca experimentar hasta que al fin encuentre ese delicioso sabor que tanto extraño.   Cuando atine a la receta tal cual es, prometo ponerla dentro de este blog para que disfruten de un pedacito de cielo deslizado en la boca que se llama "chichimbre" y que me recuerda a mi abuela.

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