domingo, 18 de mayo de 2008

Un Adiós a mi Bonny

Llegó tan pequeñita, tan indefensa que te daban ganas de abrazarla. Al principio, me dio mucho miedo. ¿Cómo cuidar una animalito tan indefenso? Con el paso del tiempo se fue haciendo grande y fuerte, se defendía muy bien con sus patas traceras. Le compramos una jaula y la acomodamos en el patio. Ahí dormía, pero siempre estaba afuera buscando un escondite o saltando encima de nosotros o jugando con Canela. Se comía mis plantas, pero se le perdonaba, porque resultó ser un animalito muy educado, solo hacía sus necesidades en el aserrín de su jaula.
Muy pronto, me seguía a todos lados, tenía una lengua rasposita y probó todos mis sudores y sabores. Descubrió los chicles de bola que a mi me gustaban y sin pensarlo se trepó a la mesita hasta que logró romper la dulcera y saborearse unos cuantos. Supuse que se enfermaría después de eso, pero para sorpresa de todos fue uno de los placeres que solía tener de vez en cuando.
Entre más pasaba el tiempo, se convertía para mi, en un referente del hogar. Mi única obligación para con ella, era llevarla por las noches a su jaula y así protegerla de lo que pudiera pasar por la noche, los gatos, un animal, que comiera cables de electricidad, etc. Pero esos momentos solían ser los mejores, aprendí a abrazarla de tal manera que se sintiera segura. Le encantaba estar cerca de mi cara, era tan mullida. Muchas veces solo se sentaba ahí, junto a mi y me veía trabajar o saltaba para que la sostuviera en brazos. Otras muchas veces solía saltar al sofá cama de la televisión cuando yo estaba acostada viendo la televisión. Durante las largas ausencias de mis hijas, era sin duda una compañía muy amable que nada pedía. Jugaba con Canela y con Shakespeare. Era toda una presencia y siempre me brotaba una sonrisa al verla. Suave, peluda y amada.
Ayer, 17 de mayo del 2008, dejó de existir esa amable presencia en mi vida.