lunes, 27 de abril de 2009

La Tristeza


Hace días que me cubre una infinita tristeza, no sabía donde depositarla, en línea me encontré a un buen amigo, le pregunté si él la había sufrido también, me contestó que sí, supongo que todo el mundo siente en algún momento tristeza, pero me sorprendió su forma de abordarlo:
-La tristeza es el recuerdo del Edén perdido, aún cuando éste solo haya existido en nuestra imaginación, dijo, - La incomplitud es propia del ser humano y solo podemos lidiar con ella, cuando sabemos que nos necesita alguien más,(un hijo, un amante, la patria...) continuó.
Cuando pensamos o sentimos que no somos necesarios la incomplitud aparece en todo su esplendor.
Y me recordó lo que Amado Nervo decía: "Si uno ama y no es amado, no hay problema, porque el amor lleva en sí mismo su propia plenitud".
Este asunto del Edén, me señaló, es complicado, no sólo es el lugar mítico de donde fueron expulsados Adán y Eva, sino también el mundo que construimos en torno a una situación, un ideal, una persona...
En el fondo de toda tristeza, diría él, subyace una pérdida; de una persona, un ideal, de la seguridad en el futuro.

Era mi corazón cáliz de llanto
del mundo en el vaivén quedó vacío
y aunque risa me da mi desencanto
me duele el corazón cuando me río.

Eme aquí suscitando mil ideas pero de cierto es que tiene mucha razón, he perdido muchas cosas últimamente, pero sobre todo y a veces he perdido la seguridad en un futuro sin dolor físico. Me da miedo pensar en una larga enfermedad o depender de alguien para vivir, tal vez esto venga de mi horrible soberbia.
Ojalá la tristeza me traiga la conciencia de mirar y remirar mi soberbia.



miércoles, 15 de abril de 2009

Me temo que del recuerdo he desempacado demasiadas cosas

Me he decidido por la simpleza, cuya llanura me encanta.
Las cosas simples valen la pena, me refiero a lo que yo llamaría las necesidades básicas, lo que sirve para dormir, comer y moverse con libertad.
Por supuesto que lo que a mí me sirve para dormir, para alguien sería un simple catre y para otros sería un lujo.
¿Que es lo verdaderamente importante y sensato tener y mantener? ¿Cómo puedo descansar en una vida simple, sin tantas complicaciones?
Hace unos meses, mis preguntas rondaban en el impredecible futura y el miedo a caminar sobre él, hoy me pregunto ¿para qué tanto futuro? ¿Dónde debieran estar mis sueños?

viernes, 10 de abril de 2009

Caminos


Hay caminos que uno encuentra dificultosos, empedrados, empantanados, esos son los que valen la pena, los que te muestran y enseñan. ¿Para que vagar por lo llano e irse a lo seguro? Cuantas veces me lo he preguntado y sin embargo sigo empeñada en "alinearme" en no trasgredir demasiado. Sin embargo, estoy convencida que Machado tenía razón: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar". El camino es el caminante, el que se juega en el andar, el que experimenta la facilidad o la dificultad de los pasos y yo soy una de esas cabeza hueca que insiste en pronunciarse por buscar en todos lados. Hoy mi dolor me hace aguda, perspicaz y me pregunto ¿cuál realmente es el misterio que nos mantiene anclados en la vida? A sabiendas de que no hay respuesta pertinente, insisto en tocar las puertas de los límites. Tengo miedo, un miedo brutal que me apretuja el alma, es tan difícil envejecer, vencer a la soberbia, conformarse con ser lo que se es. El futuro me aterra y aquí estoy aprisionada y paralizada sin querer ver lo que hoy tengo en mis manos. Que necios somos los humanos y que tonta yo en no reconocerme tan vilmente humana.

miércoles, 1 de abril de 2009

Morir en casa

La muerte es la única certeza de vivir. Cuando todo es confuso, un repaso a la finitud de la vida, me devuelve al aquí y al ahora. No se si voy a vivir 100 años, 100 días o 100 horas, pero sé que voy a morir. Mi muerte es un anécdota, pero la muerte de los seres queridos se convierte en una historia.
Mi madre tenía 81 años y estaba triste. Muchas veces expresó su deseo de no sufrir. Sabiamos de cierto que teníamos que rescatarla del Hospital y dejar que ella tomara la decisión de cuándo irse, desde luego que moríamos de pánico de solo pensar que su agonía sería lenta, que tal vez se resistiría y de que poco podríamos hacer para ayudarla, pero a pesar de los médicos, tomamos la decisión correcta, mi madre murió en casa, rodeada de sus tres hijos, riendo con nosotros, cobijada bajo nuestros cuidados. Solo dejó de respirar, sin quejarse, sin avisar y nos dejó tranquilos, confirmando que hicimos lo correcto y que ella dicidió su marcha y la forma de hacerlo.