jueves, 3 de julio de 2008

Suelo ser tonta, pero divertida.

Es curioso lo difícil que es enfocar la verdadera fuente del enojo, la ira, la reacción, o como se le quiera llamar. Lo noto, cuando sin razón aparente comienzo a hablar atropelladamente (casi siempre, por cierto) y me queda esa sensación de haber subido a la montaña rusa. El estómago se contrae, pierdo la noción del espacio en donde estoy, solo queda el impulso de seguir caminando y gritar. Llega el momento en que necesariamente me tengo que dar una explicación de lo que ha pasado e inmediatamente tiendo a culpar al otro, el que sea, pero el que verdaderamente se siente triste es mi propio ego. ¿Cómo se les ocurre hacerme esto a mi? Dentro de la tristeza no cabe nada más, si con la ira se contrajeron todos mis músculos con la tristeza tienden a ser torpes y relajados y si de algún modo puedo llegar a un refugio, toda esa tensión se convierte en llanto. Pero me pregunto ¿quien soy yo? ¿de qué o de quien me defiendo? Quien carajos en última instancia es MI, cuando me pregunto tan airadamente ¿como se atreven a hacerme esto a mi? Ahí, justamente ahi es cuando comienza la verdadera batalla. Es descubrir el MI, el ego, el yo.
El ego puede permitirme, y de hecho lo hace, que me considere altanera, distante, superficial, insensible, desapegada o desesperada, pero no me permite darme cuenta que en realidad tengo miedo. Minimizar mi miedo, pero no deshacerlo, es el empeño constante de mi ego.

El Ego debe ser amado, conocido y después olvidado.

La Unidad no se alcanza destruyendo el Yo, sinó transformándolo después de aceptarlo.

1 comentario:

Sk dijo...

Joder mi Sama, que grande y que bien lo has explicado, al hacerlo a través de ti misma. La frase del final es oro puro.

El ego, ese gran desconocido y al que irremediablemente todas nuestras emociones y actos nos llevan. Es curioso la connotación negativa que le damos al ego. Será por palabras como "egoista" "egocentrico", nadie quiere ser culpable de tener ego, pero el ego, lo tenemos todos y por algo será.

El ego hay que darle de comero, hacerlo crecer, fundamentalmente para saber donde está y cuanto espacio ocupa. Después se destruye y se supera, te ríes de ti mismo y lo mandas a la mierda. Pero para destruir y superar al ego y sus trampas, primero hay que tenerlo, quererlo y alimentarlo.

Y el ego se manifiesta de muchas maneras y de forma constante. No solo el engreido y prepotente tiene ego, el que aparentemente es débil y modesto, también lo tiene. Al primero se le rechaza porque no hay nada más ofensivo que las personas seguras de si mismas. Son más cómodas las que ceden y que luego llamamos "buenas".

Me callo ya mi Sama que divago.

Me ha gustado mucho tu post y la frase de cierre me ha encantado.