miércoles, 1 de abril de 2009

Morir en casa

La muerte es la única certeza de vivir. Cuando todo es confuso, un repaso a la finitud de la vida, me devuelve al aquí y al ahora. No se si voy a vivir 100 años, 100 días o 100 horas, pero sé que voy a morir. Mi muerte es un anécdota, pero la muerte de los seres queridos se convierte en una historia.
Mi madre tenía 81 años y estaba triste. Muchas veces expresó su deseo de no sufrir. Sabiamos de cierto que teníamos que rescatarla del Hospital y dejar que ella tomara la decisión de cuándo irse, desde luego que moríamos de pánico de solo pensar que su agonía sería lenta, que tal vez se resistiría y de que poco podríamos hacer para ayudarla, pero a pesar de los médicos, tomamos la decisión correcta, mi madre murió en casa, rodeada de sus tres hijos, riendo con nosotros, cobijada bajo nuestros cuidados. Solo dejó de respirar, sin quejarse, sin avisar y nos dejó tranquilos, confirmando que hicimos lo correcto y que ella dicidió su marcha y la forma de hacerlo.

1 comentario:

Sk dijo...

Me alegro de que fuera así, mi Sama. La medicina, la religión, la sociedad y demás estorbos, se empeñan en robarnos la identidad y la dignidad. Todos tenemos derecho a una muerte digna, elegida si podemos y me alegro mucho que en el caso de tu madre así fuera. Como bien dices la única verdad es que nacemos para morir. Derrochamos mucho tiempo y energía en temer algo tan natural como la muerte, cuando es tan fácil dejarse llevar e irse, con alegría y buena compañía como tu madre.

Un beso gordo.